RAFAEL MORALES GONZÁLEZ
REGIDOR DE MÚGICA
1 DE SEPTIEMBRE DE 2020
Sin duda alguna, las y los mexicanos de hoy, del siglo XXI, somos un pueblo crítico, o intentamos serlo, al menos alguna buena parte de los ciudadanos tratamos de estar informados. No cabe duda, que las redes sociales han contribuido en gran medida a que las grandes masas, que, regularmente parecen uniformes, distraídas, mal informadas, apáticas o ajenas a esta realidad que, día a día consume grandes recursos, y que, los efectos no se pueden negar, disimular, ni ocultar, aporten sus muy diversificadas opiniones con respecto a lo que sucede en nuestro país.
El gobierno actual, en múltiples ocasiones ha declarado que es respetuoso de la libertad de expresión, y como debe ser, se le agradece que así sea; que el pueblo se pueda expresar, mesuradamente, por supuesto, como debe de ser, siendo siempre respetuosos de las instituciones, igualmente como las instituciones, en sus diferentes niveles deben de respetar a los gobernados, siendo de la categoría que sean, desde los más humildes campesinos, arrieros, obreros, amas de casa, ruleteros, jornaleros, comerciantes, franeleros y hasta los desempleados, o aquellos que no tienen nada, sin distingos, y sin privilegiar desmedidamente a los poderosos. Sabemos y estamos conscientes de que mucha razón tenía el gran Aristóteles al decir: “JUSTICIA ES DAR UN TRATO IGUAL A LOS IGUALES Y UN TRATO DESIGUAL A LOS DESIGUALES”. ¿Qué quiere decir esto? Pues que un buen ciudadano, que cumple la ley, que trabaja y produce, que es honesto, y que respeta los derechos de los demás, no merece ser tratado como delincuente, ni viceversa. Aunque a veces, en la vida real pasa. Asimismo, las instituciones, deben siempre procurar bienestar a los pueblos, tratar de garantizarles un estado de derecho, en el que impere la imparcialidad en la aplicación de las leyes, reconocer a los ciudadanos el valor que tienen como personas, exaltar el heroico y noble ideal del patriotismo. Qué ningún político extranjero venga a nuestro suelo patrio en calidad de virrey, y disfrute de ostentosos y ruidosos privilegios que menoscaben la dignidad y el honor de ningún mexicano.
El Plan Nacional de Desarrollo 2018-2024 menciona en algunos de sus apartados el objetivo del actual gobierno de, emprender la construcción de la paz y la promoción de esta cultura, la cual consiste en una serie de valores, actitudes y comportamientos que rechacen la violencia. Ahora bien, no quitar el dedo de la llaga, de los errores cometidos, me parece que es un tipo de violencia, que no los justifico, pero tampoco lo considero prudente ni mucho menos productivo, sentarse a quemar los libros viejos, cuando hay tantas páginas nuevas por escribir. Mejor aprendamos de los errores ajenos, y que sirvan de ejemplo los tiranos, no para imitarlos, sino para no repetir la historia. ¡Basta de viejas cacerías! ¡No más excusas ni culpas! Dejemos de mirar atrás, y construyamos un México mejor.
Cuán provechoso sería un buen gobierno que formara ciudadanos, no más esclavos, no más clientes. La mayoría de los programas sociales de los que orgullosos se vanaglorian algunos “peces”, no fortalecen la economía nacional, son derroches financieros que, estimulan el ocio y merman la producción de capital. “Enséñennos a pescar, que no nos regalen los peces».
Para que los pueblos progresen, su gente debe trabajar y darle valor agregado a lo que produce. No sólo sembrar maíz, que también hagan masa y tortillas, que se tecnifiquen… Ahí es donde hace falta el apoyo.
El tema de la corrupción es bastante fino, milenario, presente en todas las culturas: en los griegos, en los romanos, y actualmente las sociedades han tejido una tela tan pulcra en ese sentido, que es muy difícil pensar que exista una pueblo modelo, único, en la que no esté presente el fenómeno de la corrupción. Porque es desde la sociedad, donde se “inicia” el individuo en los misterios indescifrables e indestructibles de la corrupción. Pongamos el ejemplo de un motociclista que no usa casco y que no tiene vigente su licencia para conducir o que no la tiene. Si se encuentra un policía de tránsito y lo detiene, buscará negociar y hasta estará dispuesto a dar “para el refresco” con tal que lo dejen ir. Desde ahí inicia la corrupción. O el ejemplo de un ciudadano que requiere todo un trámite burocrático, nada más para solicitar una licencia de manejo, para ya no darle para el refresco al policía de tránsito, muchas veces, casi siempre, ofrece para el refresco a la persona que corresponda, con la finalidad de que le agilicen el trámite de su licencia. También eso es corrupción. Y así podemos poner muchos ejemplos más de corrupción popular. Pero hemos sido educados para sólo llamarle corrupción a los actos que incluyan a políticos, principalmente cuando se trata de políticos que no son de nuestro agrado. ¿Pero qué pasa cuando a algún político, en primera persona le sale algo mal? Cuando es sorprendido infraganti, entonces ya no es corrupción. Ahí el acto recibirá otro nombre, el que al político le convenga.
Para ser recordado como un héroe, se requiere ser un héroe. ¡Un verdadero patriota jamás engañará a su pueblo! Su política será congruente y constante. Nunca, lo que un día sea objeto de crítica y reclamo en los otros deberá ser censurado cuando se tenga la sartén por el mango. La humildad será la corona de todo héroe, si no, la espada divisora quebrantará a los unos y a los otros.
De ninguna manera los mexicanos deseamos vivir en el pasado. Y aunque es una idea que ya aludí, expondré aquí otro breve comentario. No se trata de destruir por destruir, ni tampoco de componer al mundo dos pesos y un real. Se trata de responderle al mundo con lo que somos, con lo que tenemos y con lo que podemos. Eso no hará ser bien recordados.
Para quien entienda mi estilo y mi lenguaje sabrá que estos fueron los principales temas; lo demás, desde mi punto de vista, fueron otros datos, en los que no pretendo profundizar.
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