Alberto Herrera
En los últimos meses hemos visto en Carlos Manzo, diputado federal por Uruapan, la práctica de una política de muy bajo nivel, donde para ganar adeptos a su proyecto político futuro hace uso de la mentira, la denostación, la amenaza y la bravuconería. La primer “víctima” que usó para sus fines de llegar al cargo que ahora tiene fue el actual diputado local, Víctor Manríquez, a quien ofreció meterlo a la cárcel por corrupto y por hacer mal uso de recursos públicos cuando fue alcalde de Uruapan.
Esta bravuconería le significó ganarse un alto número de simpatizantes en la pasada contienda electoral, ya que su oferta de campaña se centraba en un alto rango tanto en Víctor Manríquez como en Silvano Aureoles, en ese entonces gobernador de Michoacán. Manríquez en Uruapan para Carlos Manzo era un rico filón que le aportaría votos, ya que la gente se desencantó con quien ganó dos veces la presidencia de Uruapan y quien en esos momentos presidía el PRD a nivel estatal.
Muchos meses antes, en las elecciones del 2018, Carlos Manzo, en su carácter de candidato independiente había pronunciado todo su apoyo a la candidatura de Víctor Manríquez. Lo consideraba el mejor perfil para presidir Uruapan “porque ha demostrado que se pueden hacer bien las cosas”, dijo en entrevista para un medio informativo de la ciudad. Sin embargo, para las elecciones del 2021 ese personaje que había apoyado tres años atrás ahora era su máximo archienemigo, claro, todo con un fin.
Desde antes de su nominación como candidato de Morena, Carlos Manzo utilizó la mala percepción que Víctor Manríquez tenía en la ciudadanía. Incluso la de Silvano Aureoles. Eso y algunas maniobras de relumbrón que hizo, como realizar ciertas gestiones para sectores muy marginados de la población, hizo que los directivos de Morena se fijaran en su persona y decidieron nombrarlo candidato, por encima de una media docena de morenistas que quedaron inconformes porque no los habían tomado en cuenta.
Días después de su triunfo, Carlos Manzo fraguó su siguiente movimiento. Así como Víctor Manríquez había sido su chivo expiatorio para ganar votos, ahora ha puesto el ojo en Nacho Campos, alcalde de Uruapan, a quien ha acusado de corrupción y nepotismo. Pero de la misma manera que lo hizo en el pasado, sus acusaciones las realizó de manera mediática, mas nunca ante una autoridad que pudiera llevar un proceso de investigación para determinar el peso de sus palabras.
Carlos Manzo sabe ahora que el chisme, la mentira, la denostación y la exhibición pesan más en la opinión pública que cualquier denuncia formal. Al final de cuentas no le importa el seguimiento de un proceso que demuestre la verdad de sus palabras, sino tener un paquete de ciudadanos que se manifiesten por él en las próximas elecciones. Ese es el verdadero objetivo del diputado federal: llegar fortalecido al 2024. El costo: el que sea, así sea llevarse entre las patas a su propio partido.
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