Alberto Herrera/#CMN
Estoy seguro de que donde quiera que se encuentre Juan Manzo Ceja, papá de Carlos Alberto Manzo Rodríguez, estará con el pecho hinchado de orgullo dado que la lucha social que ha llevado este último por varios años le ha permitido que Morena lo registre como candidato a la diputación federal por Uruapan, aún por encima de referentes que ya habían tenido la oportunidad de desempeñarse en puestos públicos y que se quedaron como el chinito nomás «milando».
Carlos Manzo trae en sus venas la sangre de aquél hombre que en los inicios de los años 90 del siglo pasado día tras día se apostaba bajo la estatua de José María Morelos para manifestar su rechazo y repudio a lo que muchos consideraron como fraudulenta la victoria del presidente municipal, Agustín Martínez Maldonado (Qepd), pero que fue el único que tuvo las agallas suficientes para exhibirlo sin importarte ni las críticas ni las condiciones climáticas.
Entonces éramos hombres de media vida. Eran los tiempos de la hegemonía de los cafés La Pérgola y El Emperador en el centro de Uruapan. Nosotros, un grupo que queríamos despuntar en el periodismo, la poesía, etc, nos juntábamos en este último café, donde muchas veces ya estaba Juan Manzo o bien llegaba un poco después con cartulina en mano, para luego atravesar la calle y pararse bajo la estatua a Morelos y permanecer inmóvil cerca de una hora por lo que consideraba el fraude electoral a las elecciones extraordinarias que ganó el priísta Martínez Maldonado.
Nunca se hizo nada a la petición de Juan Manzo. Su partido, el PAN, lo dejó solo en su protesta. Sin embargo, el papá de Carlos Manzo nunca perdió el ideal de su lucha. Siempre antes de partir al monumento sonreía porque creía que iba despertar la conciencia de la gente de Uruapan.
Juan Manzo Ceja también contó con la fortuna de que Agustín Martínez siempre fue un hombre sensato, de noble corazón, que nunca lo molestó. No porque no valiera lo que hacía o no le causara resquemor alguno, sino porque como abogado de profesión era de un carácter humanitario y siempre abierto al diálogo y al razonamiento.
De esta nobleza tan grande provienen Carlos Alberto y su hermano Juan Daniel Manzo Rodríguez, quien fuera director de Capasu en el gobierno local pasado y secretario del ayuntamiento en el actual, quien a su paso por puestos públicos ha dado visos de atender a la gente por igual.
Unos años más tarde, Juan Manzo Ceja montó una galería de arte en la planta baja del Hotel Plaza, labor que alternó con su otra pasión que fue la política, pero esta vez ya en el seno del PRD. En la plenitud de la vida, como promotor de arte regional, lo sorprendió la muerte el viernes 2 de noviembre de 2012.
La sangre es la sangre, pues cuando Juan Manzo salía de El Emperador con una sonrisa en sus labios en los años 90s sus hijos aún eran unos niños. Hoy a uno de ellos su activismo y buen corazón lo colocan en la candidatura a diputado federal.
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