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¿POR QUÉ HAY GENTE QUE NO SE CUIDA DEL COVID19 ?

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(la imprudencia como forma de violencia)

Por, Juan M. Madrigal M.

Hoy, 10 de agosto del 2020, en Uruapan, Mich., México, en plena pandemia del COVID19, aumentando rápidamente los contagios y las muertes, en este estado y ciudad, conviene echarle un mirada a la situación ante el fenómeno de que muchas personas no guardan las medidas precautorias sanitarias por diversas razones que mencionan, por ejemplo: que no es necesario tomar precauciones porque Dios lo “recoge” a uno cuando El quiere; que a las personas santas no les pasa nada, que es un invento manipulador de los gobiernos; que no se ven muertos por ningún lado; que es una conspiración de la “Elite” para vender medicamentos, controlar a la población o disminuirla, etc. Las creencias son pensamientos (y emociones) obsesivos, congelados.

Observando las noticias, analizando estudios, investigaciones, convivencia y experiencia cotidiana, se ven ciertos rasgos comunes en las personas que presentan estas creencias y actitud: ignorancia, soberbia, aislamiento, falta de sentido común, egocentrismo, ciertas formas de autismo, adicción a la propia voluntad; bajo nivel escolar o nulo, escolarizados pero con confusión; desconocimiento de su propia religión; cierto tipo de esoterismo y supersticiones, confusión política, pesimismo inconsciente; insanidad mental, ingobernalidad, inmadurez, infantilismo, conformismo; evasión, irresponsabilidad; rebeldía inconsciente ante memorias de maltrato por parte de padres violentos u otras figuras de poder injusto, etc.
En suma, personalidades narcisistas con síndrome necrófilo (falta de amor a la vida y a los seres humanos, consciente o inconsciente). Al repasar lo que es la prudencia como noble valor humano se aclaran muchas cosas, veamos.
Recordemos que la prudencia es un valor asociado con la recta razón, la prevención, inteligencia y la salud, y es útil en cualquier circunstancia que requiera discernimiento, análisis, precaución ante riesgos. Reduce la inconsciencia.
Andre Comte-Sponville (1952, Francia) en su hermoso, profundo y erudito libro: Pequeño tratado de las grandes virtudes (1996, CDMX: Ed. Andrés Bello), nos remarca que la prudencia es una de las grandes Virtudes Cardinales para la Grecia Antigua y Edad Media, y el cristianismo las hizo suyas. Las otras tres virtudes cardinales son la fortaleza, la templanza y la justicia. La prudencia es imprescindible para todo valor humano y virtud (noble valor hecho hábito). La prudencia permite juicios certeros sobre el bien y el mal, en una situación dada; es actuar en consecuencia relacionado con un correcto análisis. No es astucia oportunista del ego falso.

Ya Epicuro decía, desde hace más de mil años, que la prudencia es más que el simple conocimiento o ciencia, pues analiza los deseos y medios, sopesa ventajas y desventajas ante posibilidades. Vincula en su juicio al amor y a la incertidumbre, y así llega a buenas decisiones. La sabiduría es inseparable de la prudencia; conlleva buena voluntad e inteligencia, y no es cobarde, no es simple cautela.

Las personas prudentes, por lo general, viven una buena y larga vida. Estamos vivos porque quienes nos criaron fueron prudentes en nuestro cuidado. La prudencia es muy buena consejera. El bien individual y social, camina junto a la prudencia a la cual también le interesan los fines. Los valores sin la prudencia son ciegos e impotentes. La prudencia es un balance entre el Principio del Placer y el Principio de Realidad, toma riesgos pero calculados, no es un valor timorato.
La prudencia está muy ligada con el futuro, es fiel a lo que puede venir, por esto es responsable. En este sentido está muy relacionada con el cuidado del ambiente y con la justicia, no le gusta la violencia. La prudencia es un elemento clave del equilibrio ecológico.

La ética, moral y la espiritualidad sin prudencia son vanas. Es suicida y locuaz ser imprudente, a estos últimos les sobran fantasías e incongruencias para justificar su confusión, ignorancia, soberbia, irresponsabilidad, inconsciencia y falta de nobles valores. Hablar o pretender valores es fácil, otra cosa son las acciones y actitudes coherentes con el bien común, incluida la biodiversidad.

En la vida cotidiana y los contactos que se dan con otras personas y al observar  desde la psicología profunda de Occidente y Oriente, de las neurociencias, psiquiatría, sociología y religiones humanistas, a las personas que no se cuidan del COVID19 y a las insanas mentalmente en general, las necrófilas (fascinación por lo irracional, oscuro, lo muerto, lo exótico, lo puramente mecánico, el poder y control de otros, etc.), el análisis se resume en lo siguiente:

Si no hay control del impulso emocional la calidad de la conciencia es muy débil, por lo cual la conducta objetiva, racional, ética y espiritual es imposible o difícil. Posiblemente tenemos unos 70 mil pensamientos diarios (con sus emociones correspondientes), ante lo cual es fácil perderse si no tenemos un valor humano supremo que los ordene y magnetice, que sea el centro de la mente personal, de su mandala. Este núcleo óptimo es el amor maduro (cuidado, responsabilidad, ternura, justicia y conocimiento).

Pero saber lo correcto no es garantía de hacer lo correcto, saber que es bueno tener un peso corporal adecuado no me hace subir o bajar de peso, se requiere un método para ordenar el flujo incesante de pensamientos y emociones y acciones prácticas, lo cual balancea al cuerpo.
El método más directo para ordenar la propia mente y conciencia es el cultivo constante de la Atención Plena (mindfulness; satipatthana, en lengua pali) pues parte de que estamos hechos para la bondad y cuidado de la vida, de la naturaleza, y de allí se cultiva el darse cuenta de lo que estamos sintiendo y pensando en el continuo de conciencia. El cuerpo siempre está en el presente, y detrás de nuestros pensamientos y creencias, el cuerpo no se equivoca pues está vinculado orgánicamente con la vida en este planeta y con el universo.

Al alinearse el cuerpo y la mente, respirando atentamente, especialmente en contacto directo con la naturaleza, entonces nos sintonizamos con la energía más sutil y vital del fenómeno de la existencia y ser: la alegría, belleza y paz de pertenecer a la fuente de la vida, universo y su misterio…

Lo anterior significa, prácticamente, que estamos hechos para el bien y cuidar la vida, la biodiversidad; que la salud mental es la capacidad de amar maduramente lo cual es inseparable de la prudencia y la responsabilidad por el sano bien común, con justicia, paz y alegría. Esta es la biofilia: el incondicional amor a la vida, somos imprudentes y violentos porque estamos enojados ya que no hemos encontrado la perla preciosa en el fondo del mar turbulento, queremos ser amados, no amar, infantiles e ingenuos…e imprudentes.

La imprudencia es una forma de violencia. Las creencias son pensamientos y emociones congeladas. La Atención Plena (mindfulness) es el cultivo metódico de la percepción de las cosas, situaciones, conceptos, y de la autoimagen, del ego, yo falso, como flujo incesante, forma y color en movimiento. Lo único real y sano son los actos de bondad, justicia y bondad que podamos dar…

(Dedico fraternalmente esta breve reflexión a las enfermeras, personal médico, y personal de los servicios de salud, públicos y privados, donde quiera que laboren)

(La imagen es una pintura sobre la Torre de Babel, representación de la incomunicación, soberbia, caos, confusión, dispersión, aislamiento, sinsentido, en que puede caer la existencia humana)

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Corporativo Michoacano de Noticias

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